El tiempo es laberinto
-Entonces, vamos a la comunidad, ¿listo?
-Correcto.
- Entrevisto a la familia, tú puedes hablar con ellos también, y tú haces las medidas del lugar o lo que dijiste que harías.
Un periodista, un sociólogo y un ingeniero irían a entrevistar a una familia en San Ignacio, una provincia poco conocida de Cajamarca.
-Mario, ¿crees que… nos podamos quedar un rato más con ellos? Ya sabes, para forjar mejores lazos, después de que hayamos sacado todo, claro.
-Sí, sí… normal.
-Bacán.
Tic, tac, tic, tac.
- ¡Mami! ¡Mami! ¡Ya vienen los señores de la tele! ¡Ven a ver!
Elindira Robles era madre soltera de tres pequeñas.
-Buen día, señora, venimos para la inspección que le comentamos, él es Julián, y él Orlando, yo soy Mario, mucho gusto.
-Buen día jovencito, pase, pase, vengan a tomar un caldito.
-Ya, muchas gracias.
Tomaron desayuno. El periodista empezó a entrevistar a la madre soltera; el sociólogo conversaba con las niñas y el ingeniero medía las dimensiones del terreno. Las horas pasaron.
- Julián, terminé.
- Yo aún no, ve a ver a Orlando, seguro necesita ayuda.
- Listo.
Julián paseaba por la casa, vio a una de las niñas jugar.
-Señora Elindira, puede darme un vasito de agua, si fuera tan amable.- dijo Orlando.
-Claro, jovencito, tengaste.
-Gracias.
Orlando vio pasar a Julián, se miraron fijamente.
-Señora, podría acompañarme a comprar quesito, ¿por favor? Si no es mucho inconveniente, claro.
-Mmm, ya jovencito, espere tomo mi poncho.
-Ya, señito, muchas gracias.
Tic, tac, tic, tac.
- ¡Orlando! ¡Julián!
Mario buscaba a sus dos compañeros, caminó por toda la casa, se encontró con Julián.
-Mario…
-Qué pasó, ¿dónde está la señora Elindira?
-No sé, creo que salió con Orlando a comprar.
- ¿Las niñas?
-Arriba, jugando.
- Voy a verlas.
-Ni se te ocurra subir Marito.
-Payaso…
-Sabes, si subes a ese cuarto ya puedes ir considerando que te va a caer una senda tanda de golpes que en tu perra vida vas a olvidar…
-Qu… Qué hablas, gil.
Julián prendió un cigarro.
-Alista tus cosas, ya vamos, seguro no tarda en llegar Orlando.
Mario subió las escaleras, entró al cuarto de las niñas, y encontró a dos de ellas, abrazadas, tiritando, sus polleras estaban manchadas de rojo.
- ¿Por qué el señor de la televisión es tan malo?
Rompieron a llorar, todos los que estaban en el cuarto.
Tic. Tac.
El periodista manejaba la camioneta, el sociólogo cantaba una canción de Los Shapis. El ingeniero miraba la ventana.
-Si se marchó, sin un adiós, que se vaya, que se vaya… ¿no Marito?
Orlando y Julián rieron a carcajadas. Mario esbozó una sonrisa; un tajo de humedad le atravesaba la cara.
Tic.
- Señorita, fue mi hija que se fue corriendo a verme, mamacita, me gritaba, mamacita, el señor de la tele le está haciendo sacar rojo a mis hermanas, mamacita. Yo no podía hacer nada pue’ señorita, nada podía hacer. Toda mi vaginita me dolía, toda, toda, toda. La abracé a mi chinita, y caminamos vuelta a la casa. Ese diablo ya se había ido, ya se había ido, señorita. Llegamos, fuimos al cuarto y todo rojo de sangre estaba, señorita, todo rojo. Le pido a todas las autoridades, al presidente, a la ministra de la mujer que atiendan mi caso, señorita, no sé qué hacer.
-Hemos escuchado las declaraciones de Elindira Robles, una señora Cajamarquina que fue víctima de violación por un grupo de trabajadores que supuestamente iba a hacer investigación. Asimismo, declara la señora Elindira, dos de sus tres hijas también fueron violentadas por estos sujetos.
Orlando y Julián miraban la televisión.
-Vieja cojuda, nos va a meter a la cárcel seguro.
-Fácil por su lloriqueo le creen.
Mario estaba sentado en un mueble.
-Marito, no vayas a decir nada ah, ya sabes que esta huevada es así, cantas y nos cortan las bolas- dijo Julián.
-No, nada.
-Esto es así, compare, vete acostumbrando, igual no te van a hacer nada, tienes plata huevón- le dijo Orlando.
Tac.
-Por qué lo hizo pue’ jovencito, por qué dígame, nosotros somos una familia pobre, por qué nos mancha más, por qué pue’ jovencito.
-Discúlpeme, señora, no sé.
-No lo puedo perdonar, jovencito, tanta rabia tengo, todo lo que me va a costar, si ya hasta el juicio lo perdí y los de terno esos ya no me quieren ayudar.
-Podría retroceder el tiempo…
-Si pudiera pue’.
-Si pudiera.
El tiempo no pasaba.
Un periodista, un sociólogo y un ingeniero bebían whisky con hielo en un bar de Barranco, Lima. Ya superaban el límite.
-Se fue su dignidad pue’ jovencito, se fue su dignidad.
-Qué haces hablando así, huevón. Ya no le des más trago a este.
-Mamacita, le gritaba, mamacita, y sus hermanas de rojo estaban manchadas.
-Oe, ya fue.
Ya no había retroceso.
Eran las tres de la mañana del día siguiente a la noche de copas, y aún quedaban manchas rojas.
Comentarios
Publicar un comentario