Respirando

 27 de enero.

Ese día sentí de nuevo el frío. Aunque ni tan día ni tan noche. Cinco de la mañana y ya me despertaba el hilo de luz entre las cortinas. Miré mi reloj: cinco de la mañana. Carajo. Mucho frío. En los pies. También en el pecho y la panza. Rezagos de no haber cenado. Es que al principio sí había cenado, viejita, pero se fue. Primero el rayo de luz era azulado, luego blanco, y finalizó amarillo. Había sol. Bueno, al menos el sol alegra el día. Pero falsa alarma. Trrrrrr. El trueno. Hoy todos lloran y sigue gris, diría. (¿Yo?) El pelo que quemaba. Lavar la cara con jabón de pepa. Ese olor a trusa recién lavada en el rostro. Ya pues, qué chucha. De nuevo. Rrrrrrrr. La licuadora de mamá. Toma, toma, que estás rondín. Gracias, viejita, seguro por nostálgico.

Ese día sentí de nuevo feo el pecho. Quemaba el pelo. Quemaba el corazón. ¡Y quería salir! Respirando. Inhalando y exhalando. Aguantando la respiración un rato para soplarme las entrañas. Respirando. Respirando de tu olor, esperaba que el amor no iba a morir. Decía la canción. Y ya, carajo, tranquilo. Tranquilo mis cojones. Las paredes truchas se achicaban y yo, tan pequeño. Tan solo. De nuevo. Trrrrrrrrr. El trueno. Rrrrrrr. La licuadora. Cough, cough, el viejo. El gris. El gris. Ya no quemaba el pecho, quemaba el duelo.

Ese día correría mucho. Ampollas en la planta del pie. Qué chucha. Luego las curaría con poción. El cielo rugiendo y yo pensando, este cielito ladra, pero no muerde. Para qué hablé. Cielo gris y opaco. Nuevo asfalto. ¿A, a, a dónde van, los hombres que sueñan?, diría de nuevo la canción. Pies mojados por falta de calzado. Medias rotas asumiendo la derrota. Gotitas traviesas colándose en las orejas. El cielo rugiendo. Yo pensando, este cielito ladra, pero no muerde. Aspirando mucho aire. Ambos asfaltos están libres. Corro, corro mucho. Miro el cielo, miro la tierra, miro el cemento, y yo, pensando, estoy solo, estoy solo y llueve a montones. Duelen las rodillas. Duelen los pies. Duele el corazón. Camino. Deja de llover.

Me gusta estar al lado del camino. Caminar y patear las gotitas. Pensar en animales encantados. Forzar una que otra risa. Ese día lloraría mucho. Caminaría bastante. Correría en exceso. Llevaría mi cruz y a mitad del camino la botaría. Agarraría el pan y el vino. También mi guitarra. Entonando una balada. Alguna que me invente. Haría una fogata. Y entre tiranos y mendigos. Cantar al unísono. Festejar que hemos vencido, inaugurar nuestro tenso destino. Espuma por la boca. Espuma de los mares. Espuma en la tierra.

Cataratas en los ojos. Luces naranjas que atraviesan el cemento. Camino y pienso. Miro las estrellas. Ya no llueve a montones, felizmente. El frío que me rompe los huesos. Frotar mi dedo medio con el gordo. Regresar. Más tranquilo. Lavarme. Curarme. Dormir del cansancio.

28 de enero.

Ese día sentiría de nuevo el frío.

En el pecho.



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